El pasado lunes, hablando de la Toscana en la tercera entrega de las crónicas viajeras, os hablé de un tiramisú legendario que probé en la Tratoria Rigoletto en San Gimignano. No era un tiramisú al uso, sino que más bien estaba "deconstruido", lo que añadía al delicioso sabor del tiramisú, un juego de texturas diferente y realmente agradable. Pues he conseguido reproducirlo de manera más o menos decente, por lo que paso a contaros cómo hacerlo.
En realidad empezaré por la receta clásica del tiramisú, una receta muy sencilla que se hace en un rato y es un triunfo seguro en cualquier ocasión. Luego, explicaré como variar el montaje de los distintos elementos en la versión alternativa.
El tiramisú no es un postre tradicional, sino una creación moderna. Su origen se piensa que está en el Véneto, cuya capital es Venecia, e incluso se especula que pudo surgir en los burdeles donde se ofrecería como reconstituyente a los clientes asiduos y sobre todo a las prostitutas, eso si, en una versión menos pesada, sin queso ni nata (elementos grasos que dificultan la digestión y producen somnolencia)
El reto es entonces conseguir un postre ligero con elementos pesados, y esto se consigue incorporando las claras de huevo batidas a punto de nieve, lo que proporciona a la crema una textura de mousse.