Sólo el que ha vivido la experiencia de comer lo que ha cultivado puede entender la inmensa satisfacción que ello supone. Preparar la tierra, decidir el momento, elegir los plantones, cuidarlos y verlos crecer y, finalmente, recolectar los frutos en el momento preciso en que estén en su mejor punto de maduración son cosas que te vinculan con el producto y convierten cada plato en algo más que una simple comida.

En estos tiempos de comida tratada, manipulada, intoxicada, hormonada y sobre todo, desconocida, controlar lo que comes desde su origen produce una extraña sensación de confianza y tranquilidad que ya digo que no se puede entender si no la has vivido.

En mi caso, soy un simple aficionado con un trocito de unos 16 metros cuadrados robados al jardín, sin mucha idea pero con ganas de aprender. He sembrado el huerto varias veces, pero esta ocasión es distinta porque me he metido en una reforma integral del mismo que me produce la misma emoción que si fuera un huerto completamente nuevo y sobre todo, siento que después de dos años sin cultivar, he recuperado algo muy importante y que forma parte de mi.

PUNTO DE PARTIDA

El primer huerto que planté consistía básicamente en un terreno inclinado de 4 por 3 metros sacado de donde antes había una jungla de malas hierbas. Una estaca con dos cuerdas y la tierra que hubiera parecieron suficiente material para comenzar a sembrar.


Mis primeros intentos tuvieron luces y sombras, porque la tierra original resultó ser muy arcillosa, lo que hacía que en cuanto se secaba más de la cuenta quedara muy compacta. Esto no parece afectar demasiado a los tomates, pepinos, pimientos, berenjenas o calabacines (he llegado a sacar alguno de kilo y cuarto), pero mis fracasos con sandías, melones, rábanos o zanahorias han sido bastante sonados.




Así que después de varios años chocándome con problemas similares, al terminar el verano de 2011 decidí que debía dar un giro radical al concepto del huerto y abordar serias reformas antes de volver a plantar.



REFORMA RADICAL

Y poquito a poco hemos ido realizando la reforma, fundamentada en varios aspecto. En primer lugar había que mejorar la calidad del terreno, en segundo lugar, redistribuir los espacios para poder sacarle el mayor partido posible a los pocos metros cuadrados de los que disponemos y por último, establecer un sistema de riego automatizado eficaz y definitivo.

Para obtener más rendimiento del espacio pensamos en dividir el terreno en bancales más o menos horizontales para suavizar la inclinación natural del terreno. El resultado final han sido seis espacios delimitados por bloques de obra y separados en dos bsecciones por un camino central que permite acceder fácilmente a las plantas cultivadas. Además, hemos decidido dejar abiertos los huecos de los bloques de hormigón para sembrar en ellos plantas aromáticos, rábanos, zanahorias, en fin, cosas que no necesiten mucha tierra.


El terreno base ha sido enriquecido con compost , hecho por nosotros a partir de césped cortado, y posteriormente también con estiércol de caballo. En ambos casos se ha dejado que se descompongan bien para que los nutrientes queden en el terreno ya disponibles para las plantas. Finalmente, cada hueco ha sido limpiado de vegetación y se ha rellenado posteriormente con tierra vegetal rica en humus que se ha mezclado ligeramente con la capa inferior enriquecida. Los huecos de los laterales también se han rellenado con la misma tierra.


El último paso ha sido el montaje del sistema de riego. Hemos llevado una salida de agua a la parte superior del huerto para que todo el sistema funcione a favor de gravedad y se han montado dos ramales de riego en paralelo cada uno de ellos dotados con puntos de goteo regulables para cada planta. Todo el sistema se controla a través de un único controlador de riego, lo cual nos obliga a ir probando qué cantidad de agua es la que demanda cada planta.




COMPRAR Y PLANTAR LOS PLANTONES, LA PARTE MÁS BONITA

Una vez completada la dura labor de reforma, hemos diseñado un huerto buscando la variedad pero sin volvernos locos, respetando las distancias necesarias entre plantas e intentando no poner cerca plantas que no se lleven bien (porque aunque no os lo creáis, hay plantas que no se llevan bien), y este ha sido el resultado.

HUECO 1

Es el que está situado arriba a la izquierda y mide 140 x 120 cm. En este hueco hemos sembrado 2 plantas de pepino arriba y 3 de calabacin abajo (2 de calabacín oscuro y 1 de calabacín claro). Hemos tenido en cuenta que los calabacines son plantas rastreras que crecen radialmente ocupando bastante espacio y que los pepinos crecen bastante en altura y en otro lugar podrían dar demasiada sombra a otras plantas.



HUECO 2

Es el que está situado arriba a la derecha y mide 140 x 130 cm. Es el hueco de los tomates, ya que hemos sembrado 12 plantas de cinco variedades, 3 raf, 3 de ramillete, 2 cherri, 2 corazón de buey y 2 bond. Las tomateras son las plantas que más altura alcanzan en el huerto, por eso las hemos colocado arriba del todo evitando que sombreen a otras plantas.


HUECO 4

Situado a la derecha del hueco 3, tiene las mismas dimensiones, 230 x 140 cm. En este hueco hemos sembrado 17 plantas, 14 de pimientos variados (4 cuerno de cabra, 3 del piquillo, 3 italianos, 2 de asar y 2 gordos de Barbate) y 3 de berenjenas (2 alargadas y una gorda).


HUECO 5

Situado en la parte baja y a la izquierda y con unas dimensiones de 220 x 140 cm. Se han sembrado 24 cebollas/cebolletas, 6 apios, 4 judías verdes que han sido encañadas para sostener su crecimiento y 20 puerros. Quedan 2 huecos aún libres que plantaremos la semana que viene.