Una mañana en el mercado

sábado, enero 12, 2013

Evidentemente todas las historias se pueden contar de muchas maneras, lo mismo que yo he hecho esta mañana puede ser aburrido para unos, rutinario para otros... Hoy he intentado disfrutar de mi visita al mercado central de Cádiz, intentando ver lo bueno y lo malo, en general ha sido una experiencia muy agradable que os paso a relatar.
Ir al mercado a comprar alimentos frescos en ningún caso debería considerarse un lujo, porque la diferencia en calidad y variedad de productos supera con creces a la escasa diferencia de precio, y es que cuando no compramos lo mismo es dificil comparar qué es lo barato y qué es lo caro. En el mercado central de Cádiz hay aproximadamente un centenar de puestos de todo tipo de alimentos, y os aseguro que, dedicando un poquito de tiempo haces una compra magnífica a un precio más que razonable.




Vengo paseando con mi carrito desde la Plaza de España, hay mucha gente en la calle, se nota que hoy se celebra la pre-"erizada" primero de los muchos actos pre-carnavaleros que se celebra en esta ciudad que llegando estas fechas sólo vive por y para el carnaval. Al llegar a la Plaza de las Flores se detecta el inconfundible olor a chicharrones recién hechos que inunda todo el mercado. Para el que no lo sepa, los chicharrones son un alimento dificilmente aceptable desde un punto de vista nutricional pero también absolutamente delicioso. Consiste en trozos de panceta con especias, fritos con abundante ajo en manteca de cerdo. Como digo, si están recién hechos son deliciosos, en especial si los trozos son más carnosos que grasientos se deshacen en la boca...pero, obviamente hay que tomarlos muy excepcionalmente porque la cantidad de grasaza y colesterol ya digo que es intolerable.

En el arco de entrada al mercado, los clásicos espontáneos vendiendo almejas, ostiones y ostras crudas con limón, eso si, más vale no ser muy escrupulosos porque el color de las manos de los vendedores de bastante grima...
A la derecha se ve una larga ristra de puestos de charcutería, chorizos, jamones, butifarras cuelgan encima de los mostradores, algunos venden encurtidos de zanahoria o pepinillos, en otros se pueden ver salazones típicas de la provincia de Cádiz como la mojama, las huevas de maruca o los arenques de toda la vida, y en las vitrinas, quesos de todo tipo, desde las barrotas de sandwich, hasta los quesos Payoyos de Villaluenga del Rosario que están ahora tan de moda.

Embutidos, encurtidos, quesos y salazones

Sigo adelante, vienen los puestos de carne, voy buscando uno en concreto que ya he probado otras veces, concretamente el puesto de "El Nene". El susodicho "Nene", que ya no cumple los 40, me saluda como si me conociera de toda la vida, "hombre, otra vez por aquí, campeón", lo de campeón no es que me agrade, pero si me agrada que se acuerde de mis dos anteriores visitas. Los entrecots tienen buena pinta y no están demasiado caros, me los llevo, también me llevo carrillada (lo que vienen siendo los cachetes del cerdo), filetes de pollo, dos san jacobos caseros, carne picada mixta que mi colega "el Nene" me pica con ajo cebolla y perejil (y si le traigo lo que quiera me lo pica también, la próxima vez le traigo una zanahoria a ver qué resulta...) y finalmente un buen trozo de jarrete, es decir, pantorrilla de ternera, una carne muy gelatinosa que se usa normalmente para el puchero, berza o cocido pero que en casa nos gusta mucho para hacerla guisada porque tiene una textura tierna y agradable. Gran compra, 37,50 €, creo que he triunfado.


Carrillada de "El Nene"

Vamos por la fruta, en realidad hoy no necesito gran cosa, elijo un puesto con poca gente y una preciosa caja de fresas pequeñitas de Huelva a 2,50 el kilo, me llevo medio, un buen manojo de plátanos de canarias, 3 kilos de patatas nuevas y un paquete de ajos morados de Setenil de las Bodegas, pueblo serrano de Cádiz donde hay mucha tradición en el cultivo de ajos. 6,10 €, no está mal.

Fresas de Huelva, ya a un precio tolerable


Me meto en los puestos centrales, los del pescado y marisco, para empezar llama la atención el olor, huele a mar, a fresco, pero en absoluto hay un olor fuerte a pescado en el ambiente. Me paseo por los puestos, muchos clientes y turistas, no se que comprar, me decido por un choco limpio, me aseguran que de la Bahía, medio kilo de gallo del lunar para hacerlo en amarillo, ya se me hace la boca agua... Ambas cosas sólo 10 €, sigo triunfando.

Gallo fresco de la bahía listo para cocinar


Mi última parada es otro puesto de pescado donde me han llamado la atención unos calamares enormes de potera, que se pescan con caña y señuelo, me pido 2, tarda 10 minutos en limpiarlo pero la conversación es agradable, el pescadero es hijo del dueño y está aprendiendo, me encanta el mimo con que lo hace todo para que le salga bien. Completo la compra con otro pelotazo, acedías de Sanlúcar de Barrameda, a 9 € el kilo, me pido medio kilo, al pesarlo es algo más y me pide 4,80€, pero me ofrece las pocas que le quedan y me lo deja todo en 5 €, obviamente acepto, total, 800 gramos de acedías 5 €, más 11 € de los calamares, nuevo triunfo.


Calamares y su limpieza

Mi paseo termina viendo otros puestos, ahora están proliferando algunos donde se prueban los productos como en el mercado de la Boquería de Barcelona o el de San Miguel en Madrid, me llama la atención un puesto sólo de queso y vino con mucho público.

360 grados queso

Además, productos de la sierra de Cádiz (queso, setas, hierbas, especias, miel,...) , productos gourmet, sushi gaditano e incluso un puesto de productos sin gluten para los celiacos....



Me vuelvo para casa, creo que he hecho una peaso de compra, todo productos de primera, la variedad de oferta me ha hecho poder elegir y pienso que me ha salido hasta barato. En resumen:


4 entrecots
1kilo de carrillada
650 gr de carne picada
750 gr de filetes de pollo
2 san jacobos
650 gr de jarrete
1 paquete de ajos
1,25 kg de plátanos
3 kg de patatas nuevas
500 gr de fresas
1,25 kg de calamares
600 gr de choco limpio
500 gr de gallo del lunar fresco
800 gr de acedías


En total, unos 70 €, esto demuestra que muchas veces el comer bien es cuestión de buscar, comparar y decidir, y los mercados son los lugares ideales para esto. Ya os contaré como estaban todas estas cosas.




Por cierto, para acompañar esto, he encontrado una tiendecita cerca de casa que vende pan de verdad, amasado, fermentado y horneado, te lo dan hasta calentito, un lujo en estos tiempos de tanto pan  malo. A disfrutarlo.

Pan de El Marquesado (Chiclana)












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4 Comentarios

  1. Estupenda compra y muy amena la explicación. Me gusta mucho.

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  2. Si, ya iré contando lo que hago con cada cosa, la verdad es que es un gustazo laplaza de aquí, siempre se encuentran cositas buenas y con buenos precios

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  3. ¡Cómo me gustan los mercados! Desde bien pequeña, que me llevaba mi abuelo, e iba yo con un carrito de juguete, donde cabría medio kilo de patatas, y me lo volcaba el frutero directamente desde el platillo de la balanza, que entonces no había ni bolsas de plástico ni balanzas electrónicas. Mis favoritos, en Madrid, son el de Maravillas y el de San José, ambos en el barrio donde tuve MI primera casa y donde aprendí a "ser adulta". La primera vez que entré en Maravillas (con un precioso carrito de mimbre que me había comprado en una cestería también del barrio) me perdí, tuve que ir siguiendo el contorno del recinto hasta encontrar la salida. Pero luego se convirtió en uno de mis lugares favoritos.

    A la entrada (ya no sé si estará), la tienda de especias a granel (pesadas y servidas en cucuruchitos, y eso que para entonces si había ya envases modernos) y de cubiertos de palo; había de todo y ¡olía de bien! Siempre compraba poquita cantidad para poder volver a menudo.

    Muy cerca, una cuchillería, donde llevaba los cuchillos a afilar, junto con los carniceros, pescaderos, charcuteros, etc. del propio mercado. Pero también vendían artículos más "finos", como navajas suizas.

    Tenía mi carnicero (asturiano) fijo, que me vendía un buey estupendo.

    También mi platanera, que sólo vendía plátanos pero te los seleccionaba y te los envolvía como si fueran bombones belgas.

    Estuve yendo mucho tiempo al mismo pescadero (que por cierto, se llamaba Patricio; menos mal que entonces no existía Bob Esponja, porque no habría podido aguantar la risa ante tanta casualidad) hasta que me vendió un pescado adobado malo (y me dejó muy huérfana, porque estaba buenísimo). Luego variaba e puesto en función de la oferta.

    Las naranjas también siempre en el mismo puesto, donde tenían de esas feotas y de calibres varios que no sirven para exportar ni exponer, pero que están igual de ricas y son mucho más baratas. Tres kilos por 100 ptas, si no recuerdo mal, que escogías tú misma y metías en un barreño para que las pesarn. El resto de fruta y verdura (salvo los plátanos, claro), dependía del día, de los precios... Tenía que dar la vuelta al ruedo antes de decidirme.

    Allí descubrí que en Madrid también había queserías "como las francesas" y que no había que ir a la boutique del gourmet de El Corte Inglés para comprar quesos "exóticos" (y que conste que a mí los quesos españoles me pirrian, pero es que sería un insulto al queso no abrirse a otros horizontes).

    Al salir, compraba café en El Trovador (tienda ya cerrada), que tenía su propio tostadero (y también olía muy bien) y todo tipo de mezclas, ya hechas o gusto del consumidor; me gustaba que hubira cola para mirar toooodos los tipos de caramelos que también vendían. Luego cruzaba Bravo Murillo y bajaba unas manzanas para ir a San José.

    Allí compraba sobre todo el pollo y los embutidos. El pollo y los huevos de corral "del pueblo" de verdad, que los criaban los propios polleros (aún no regía la misma normativa que ahora) y hacían unos filetes de pechuga primorosos. El pollero, además, era taxidermista y tenía el puesto decorado con sus mejores obras, que te observaban fijamente mientras esperabas.

    El charcutero fue el único que encontré que cortaba el jamón y el lacón a mano y por eso lo elegí.

    Luego me mudé a otro barrio, intenté seguir comprando allí a pesar de la distancia, pero cuando nacieron los niños fue imposible y tuve que renunciar. Pero las compras de aquellos años son algunos de los momentos más felices que recuerdo, y eso que tampoco tenía mucho dinero para que fueran aún más felices :-) Algunos eran realmente memorables, como el día Nochebuena por la tarde, cuando se suponía que todo el mundo tenía ya compradas la cena y la comida del día siguiente, y en los puestos vendían los manjares que habían sobrado a precios de risa; yo iba a la aventura, sin saber si aquella noche cenaríamos cordero, besugo... pero en cualquier caso, muy bueno y barato.

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    1. Pasear por los mercados es uno de mis vicios confesables, para mi es todo un acontecimiento, veo que no soy el único, muchas gracias por tu comentario

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