Casa do Labrego en Baamonde, un templo del cocido gallego

sábado, diciembre 14, 2013

De todas mis visitas anteriores a Galicia me quedaba una cuenta pendiente difícil de sobrellevar y era el no haber tenido la oportunidad de comer un cocido gallego de los que hacen época. Los había tomado buenos y no tan buenos, pero me quedaba por catar uno antológico, de estos que marcan lugares de referencia para posteriores visitas.

Esta vez si, lo encontramos, Casa do Labrego, en la localidad lucense de Baamonde es por méritos propios uno de los templos del cocido gallego.


Es el cocido gallego uno de esos platos que definen la tradición culinaria de esta maravillosa tierra, un guiso de los de toda la vida donde el protagonismo recae absolutamente en los ingredientes, ya que no lleva ningún tipo de especia (sólo la que sale del embutido).

La calidad del producto es, por tanto, fundamental y en esta tierra el respeto por lo que se llevan a la boca está en el ADN, así, es fácil encontrar carne y verdura de primera con los que no usar especias no solo no supone ningún riesgo sino que al extraerles todo su sabor convierten el plato en un verdadero deleite para los sentidos.

Para buscar nuestro cocido ideal la verdad es que no arriesgamos demasiado, no hay más que hacer una sencilla búsqueda en el google para descubrir que Casa do Labrego tiene una más que bien ganada fama por su cocido labrego. Dicen incluso que en según qué épocas del año es difícil encontrar mesa los fines de semana (por ejemplo, en carnavales). A nosotros no nos fue difícil, reservamos el sábado por la mañana para comer al día siguiente.
El domingo se levantó la mañana fresquita, como corresponde a estos primeros días de diciembre, así que sin mucha prisa nos abrigamos para recorrer los 60 km que separan La Coruña de Baamonde, ya cerca de Lugo. Cuando llegamos, nos rodeaba la niebla y los 3 grados de temperatura nos recordaron la dureza de los inviernos de la Galicia interior.

Casa de Labrego tiene por fuera una apariencia modesta, una casa de pueblo sin pretensiones de ser nada más que eso, pero con un aire hogareño de esos que te impulsan a cruzar el umbral sin dudarlo para descubrir qué se esconde en su interior.


Al abrir la puerta el contraste es brutal, tanto, que la humedad del aire que escapa del interior se condensa inmediatamente al contacto con el frío ambiente. Pero al cerrar la puerta, te rodea un calor acogedor, un calor de hogar que se debe a la presencia, en una de las esquinas del comedor, de una tradicional "lareira". Estos rincones donde se enciende el fuego eran usados para cocinar, pero hoy en día se conservan por su indiscutible encanto y sirven como potente estufa para combatir el crudo invierno.


Como llegamos más bien temprano, apenas había clientes, lo cual nos permitió observar la decoración y tomar algunas fotos sin molestar a nadie. La decoración  del comedor es sencilla, paredes de piedra desnuda con algún cuadro, vigas de madera bastante castigadas por el tiempo y mobiliario rústico. Sobre la mesa ya puesta, nos esperan pequeñas bandejas con una deliciosa empanada, para que no se nos haga demasiado larga la espera del plato fuerte.


El personal es muy cercano, amable y dispuesto pero sin excesos de confianza, te hacen sentir cómodo desde el primer instante. En seguida distribuyen el pan (otra vez este pan artesano hecho a la leña que tanta envidia me da pero que tanto me hace disfrutar) y toman nota de la comanda. Se elige por aclamación el cocido de la casa, aunque la carta ofrece otras opciones interesantes, y para amenizar la espera, unas vieiras al vino realmente espectaculares.


El cocido do labrego consta de 4 vuelcos, y el primero no se hizo esperar. Son inteligentes en hacerlo así, porque cuando aún  no ha terminado de desaparecer la sensación de frío con la que llega uno del exterior, ya está degustando un delicioso y humeante caldo con sus fideos, pero no uno cualquiera, sino un caldazo de esos que resucitan a un muerto, un caldo de los de toda la vida, de buenos ingredientes cociendo a fuego lento durante horas. Dicen que la función del caldo es limpiar y preparar los conductos digestivos para la llegada de la parte fuerte, pero la verdad es que el calorcito y el delicioso sabor te entonan, te abren el apetito y te hacen desear con avidez la llegada de los siguientes vuelcos.


Los tres vuelcos restantes aparecen simultáneamente para que cada cual los deguste según su preferencia. Para empezar, la verdura. Una bandeja con patata gallega cocida acompañada de grelos. Casa do Labrego presume de tener carnes y verduras ecológicas de producción propia y la verdad es que a la calidad de los ingredientes no se le puede poner un pero. Las patatas resultan exquisitas por su cremosidad y los grelos aportan un punto de contraste muy sabroso para las carnes.


Después llegaron las carnes, oreja, morro, cabeza, espinazo, lacón y panceta, productos que se encuentran en salazón en cualquier supermercado de allí, y que sin embargo resultan imposibles de adquirir si vives en un lugar "exótico" como Cádiz. La bandeja era espectacular, y aún probando de todo, al final de la comida volvió la mitad a la cocina....


Para terminar, una última bandeja con los garbanzos y unos chorizos excepcionales, acompañados por botillo de la zona. El botillo tiene su cuna en la región fronteriza de El Bierzo (León). Es un embutido hecho a base de costilla, rabo y otras partes del despiece del cerdo, adobadas principalmente con pimentón, ajo y sal, embutidas en el ciego del cerdo y pasado finalmente por un proceso de ahumado y semicurado. Es un embutido singular, porque está todo lleno de huesos por dentro, por lo que es necesario cocinarlo entero y sólo se parte a la hora de servir. Aporta al conjunto un delicioso sabor ahumado.


Todos optamos por hacer un mezcladito de todos los ingredientes. Comimos hasta hartarnos porque el cocido estaba cojonudo y porque la ocasión lo merecía, y ni aún así fuimos capaces de acabar con ninguna de las bandejas. Pese a ello, el personal no cesó en insistir en que si queríamos que añadieran mas cantidad de cualquiera de los productos sólo teníamos que decirlo, ofrecimiento que agradecimos, pero que rechazamos en varias ocasiones.

Retirados los restos del cocido y estando en Galicia, qué mejor colofón para la comida que unas deliciosas filloas. Allí las hacen muy buenas, son muy ligeras porque la lámina es muy fina y, aunque lo habitual es acompañarlas con una buena miel artesana, te dan tres opciones simples o combinables, miel, chocolate o nata.


Si a todo esto le añadimos un café de pota delicioso, casi masticable, una copa de caña tostada por gentileza de la casa y una cuanta de poco más de 20 € por persona, se puede afirmar que fue una comida redonda.
Además, ala salida, puedes realizar una interesante visita cultural, que te servirá para ir bajando todo lo que te has comido, ya que el restaurante está al lado de la Casa Museo del artista local Victor Corral. Allí se encuentra su taller y un increíble jardín donde se encuentran expuestas una buena cantidad de sus obras. Es una escultura que usa elementos de la naturaleza y que es en su propio entorno donde cobra especial belleza. Una visita más que recomendable y especialmente divertida para los niños.


Volveremos a Casa do Labrego a tomar de nuevo este magnífico cocido y recomendaremos a todos los que visiten Galicia que si tienen un hueco (y no van en verano), no dejen de reservar un almuerzo para rendir visita a este verdadero templo del cocido gallego, donde todo el que viene asegura que volverá.


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9 Comentarios

  1. Vaya viaje grastronómico os habéis dado!! A mí el potaje no me va pero he de reconocer que tiene una pinta fantástica!!!
    Vaya lujo haber podido comer productos tan buenos.
    besos y feliz semana

    p.d. si te salen dos veces mi mensaje es por culpa de blogger, que lleva un par de días que me da problemas

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    1. El potaje y el cocido no son lo mismo, grr

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    2. Lo sé anónimo, pero para mí, básicamente son la misma cosa... no me van ni el uno, ni el otro :)
      y no te me enfades :P

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  2. El cocido es de impresión pero...no tenía ni idea de lo que eran las filloas!! Y ahora quiero!!! Desde luego me apunto el sitio por si algún día caigo cerca.

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    1. Prometo asesorarme para poner esas deliciosas filloas en el blog proximamente.... Un saludo

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  3. Madre mía, que cosa más impresionante. Gracias por compartir esta maravilla, es que no se que parte de la comida resulta mas atractiva. Desde luego me apunto el dato

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  4. ¡¡¡Qué pinta más buena!!! Por veinte pavos o así te hartas a gusto. Las filloas las tengo fichadas de un libro de Néstor Luján y Joan Perucho que atesoro del patrimonio familiar. Cada vez que oigo la palabra "crêpes" se me revuelve la conciencia. ¡Sacrebleu!

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  5. Jajaja, las filloas son mucho más delicadas que los crepes, que son como una versión basta. El sitio es una maravilla y de verdad que merece la pena ponerlo en la agenda.

    Un saludo

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